Tus propios logros pueden parecer insignificantes frente a lo que ves a tu alrededor, y esto estropea tu estado de ánimo y mina tu motivación.
Mirar a los demás puede hacerte entrenar con pesos para los que obviamente no estás preparado, forzando tus volúmenes de entrenamiento para perseguir a tus compañeros mientras tu cuerpo necesita un descanso. O seguir una dieta rígida para conseguir antes los mismos cubitos que los demás.
En casa es mucho más fácil fijarse objetivos realistas y escuchar lo que sientes por ti mismo. Sin comparaciones, hay más posibilidades de juzgar tus progresos con sensatez según tus cifras crecientes y los cambios que ves en el espejo, disfrutando de tus logros personales y sin poner el listón demasiado alto.
Será más fácil empezar si no tienes ganas
Existe la idea de que es difícil obligarse a hacer ejercicio en casa y que, de todos modos, tendrás que hacerlo en un gimnasio. Parece lógico, pero hay un problema: hay que ir al gimnasio.
Más de una vez me he saltado una clase simplemente porque no podía ni pensar en los 15 minutos de trayecto desde la parada del autobús hasta el gimnasio debido al cansancio psicológico. Al fin y al cabo, ahora tengo que andar, y además cambiarme de ropa…..
Al mismo tiempo, si consigues superar esos pensamientos, la fatiga desaparece tras el primer acercamiento. Te involucras en el proceso, sientes el placer del movimiento y te olvidas de todos los problemas.
En este sentido, empezar un entrenamiento en casa es más fácil. Todo lo que tienes que hacer es levantarte del sofá y prometerte a ti mismo que harás una ronda de entrenamiento por intervalos o que bombearás tus abdominales 3 durante 20 minutos.
Lo más probable es que vayas más allá, completes todo el entrenamiento previsto y te sientas orgulloso de ti mismo.